Sorolla capta la brisa marina con el movimiento de las telas de los vestidos, movimientos elegantes y sutiles que componen la imagen, con esos blancos relucientes foco de luz de la composición. Lo mismo ocurre con “Instantánea”.
Otra de sus obras, “el balandrito”, posee una de las características más destacables de Sorolla, su capacidad para representar el movimiento de las olas y el juego de luces y ecos que éstas levantan con su movimiento. El cromatismo es asombroso, a la vez que su naturalismo y realidad..
Esto mismo ocurre con otras obras destacables como es el caso de los “Nadadores de Jávea”, que con unos excelentes reflejos y transparencias, recrea un agua asombrósamente cristalina. Aquí se puede ver claramente como Sorolla juega con la luz y las sombras, yendo así al Modernismo, saliéndose de lo visto anteriormente.
“El niño de la barquita” es una obra impresionante, cargada de dulzura y realismo. Además, en ella se aprecia la luz cegadora del sol en el verano valenciano, los brillos que produce en el mar, la piel y la arena y cómo la luz no la pinta blanca y la sombra negra, si no que juega con los colores, como a ocurrido en esta ocasión con el amarillo.
Dejando de lado los retratos o la pintura de personas, Sorolla también pinta paisajes marítimos donde la naturaleza es el fin único de su composición, o bien por ir acompañada de escenas costumbristas de pesca o la vida en el mar. En éstas destaca, sobre todo, la importancia que le da a la fuerza de la naturaleza, de la las olas o las velas de los barcos pesqueros.
En esta otra marina, “Playa de Valencia a la luz de la mañana”, los barcos, pescadores y sus familias se entremezclan en la orilla de la playa. Los cascos de los barcos son masas estáticas que se contraponen a las grandes velas blancas que iluminan la escena hinchadas por el viento, mientras el mar levanta pequeñas olas que se rizan al llegar a la orilla, y lo mismo ocurre en la obra “Playas de Valencia por la tarde”. “La hora del baño” es otra pintura con similares características, sin embargo en ella destacan la incorporación de los bueyes, el barco fondeado en la orilla luchando por avanzar entre las olas, pero sin lugar a dudas lo más asombroso es el brillo de la luz reflejada en el agua.
El puerto de Valencia es un tema recurrente en la producción de Sorolla: en la obra del mismo nombre aparecen fondeados barcos pesqueros rodeados de niños, y al fondo algunos veleros y barcos de mayor envergadura, una clara distinción de clases. Otra maravillosa escena es “Barcos en el Puerto de Valencia”, una obra singular por la perspectiva que se ofrece, ya que podemos apreciar el interior de los barcos de recreo atracados.
Para finalizar, el pintor valenciano dedica gran parte de su producción a los pescadores y sus familias, personas con las que convivió y a las que retrató en multitud de ocasiones, siendo esenciales para el carácter costumbrista de sus obras. “El pescador” es una de ellas, en la que que el pintor retrata a un joven en plena faena, con el mar y sus luces de fondo. Lo mismo ocurre con otra obra característica en su producción, “Pescadoras valencianas”.